La despensa, ese almacén de alimentos, es el punto de partida de toda cocina, complementable siempre con el congelador. Una buena despensa ahorra tiempo, ya que permite espaciar las compras, a la vez que solventa imprevistos cuando alguien se invita a comer o cenar en casa.
Consejos para una buena despensa
Para una buena despensa hemos de tener en cuenta siempre nuestros porpios gustos y hábitos alimenticios y adaptarla a los mismos. Ferran Adrià propone dividirla en cinco apartados: grasas, especias, frutas y hortalizas, otros productos (harina, levadura, maicena express, pan rallado, etc) y una amplia gama de envasados.
En cuanto a grasas, para la dieta mediterránea resulta básico el aceite de oliva, y en nuestra reserva lo podemos tener tanto virgen extra, como componernos una serie de aceites aromatizados caseros (con hierbas, ajo, guindillas, etc), aunque hoy día también los venden envasados. Además, existen muchas más opciones: aceite de girasol, de maíz, de nueces, etc.
Las especias son básicas para matizar guisos, asados, cocciones al vapor etc. Dentro del apartado de especias de la despensa, a las clásicas de la dieta mediterránea como pimentón, pimienta, nuez moscada, clavo, etc. se pueden añadir especias de origen indio como el curry. También cabe incluir en este apartado hierbas aromáticas secas como orégano, laurel, tomillo, romero, etc.
Frutas y hortalizas hay tantas como gustos, pero no deberíamos olvidar patatas, cebollas, ajos, limones y frutos secos.

Y por lo que respecta a los envasados, pasta, arroz y legumbres (garbanzos, alubias, o lentejas, secas o cocidas) son esenciales para una buena despensa, y todo ello completado con conservas (ya sea para aperitivos o completar ensaladas: atún, caballa, maíz, etc.), guisantes, tomate natural o frito, setas (en conserva o secas), etc. Además, podemos abrir la posibilidad a toda una serie de verduras secas variadas (venden paquetes en juliana), tomates secos, pimientos secos…