El mijo es un cereal del cual existen diversas especies. Parece que su origen se ubica en el continente africano, y que se extendió a Asia a través de rutas comerciales para convertirse, en la actualidad, en un alimento básico para más de 400 millones de personas de África, China e India. En países occidentales se ha utilizado sobre todo para dar de comer a los animales, pero sus múltiples beneficios nutricionales y su versatilidad gastronómica están cambiando esta situación.
Usos del mijo en la cocina: cómo cocinar el mijo
La forma más habitual de cocinar el mijo es hirviéndolo. Dependiendo del tipo de mijo, se necesita entre el doble o el triple de agua que de mijo para cocerlo a fuego suave entre media hora y cuarenta minutos. En crudo, el mijo es un grano redondo y pequeño, y aumenta su volumen por el agua absorbida durante la cocción.
El sabor suave del mijo, con un ligero toque dulce, lo hace muy agradable al paladar, y se puede empelar tanto para platos tanto dulces como salados. Como es un grano que queda tirando a seco, conviene cocinarlo con ingredientes que le aporten cremosidad.
El mijo puede sustituir al arroz o la pasta, combinando muy bien con las legumbres, así como con verduras y hortalizas que, previo sofrito, aportarán más sabor al mijo. Además, resulta ideal en sopas y ensaladas, y se puede incorporar a guisos de carne.
A su vez, el mijo cocido se emplea como ingrediente para hamburguesas y croquetas, aportando ligazón al resto de ingredientes de las mismas gracias a su textura compacta.
En forma de harina, el mijo por sí solo no resulta apto para elaborar pan, ya que apenas tiene gluten, con lo que el pan no subiría. Sin embargo, puede incorporarse combinado con harinas que sí posean gluten. Con mijo sí que se pueden elaborar tortas planas y cremas, tanto saladas como dulces.