El valor nutritivo de los mariscos es muy rico, y se comercializa tanto congelado como fresco. En España, el marisco de importación, procedente de los océanos Pacífico e Índico, suele comercializarse congelado, y según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), su precio puede llegar a la mitad que el del marisco fresco, procedente del océano Atlántico y del mar Mediterráneo.
Consejos para comprar marisco fresco

El marisco fresco es un alimento muy perecedero, por lo que hay que tener en cuenta ciertos aspectos a la hora de adquirirlo.
Un indicativo inequívoco de la frescura del marisco es cuando se compra vivo, o bien podemos detectar su frescura a partir del olor: el marisco fresco siempre debe tener aroma a mar, y otros olores como el de amoníaco indican que están en mal estado.
En el caso de los crustáceos (gambas, langostinos, etc.), el caparazón (piel) debe despegarse con facilidad del cuerpo. Si cuesta pelarlo porque la piel queda muy pegada al cuerpo, es que el crustáceo ha sido congelado.
Consejos para conservar marisco y cocinarlo

Los mariscos frescos se deben conservar siempre en el frigorífico, preferiblemente cubiertos con un paño húmedo para evitar que se resequen. Aun así, son un producto perecedero que cabe consumir cuanto antes, y si no se va hacer, es aconsejable congelarlo.
A la hora de cocinarlo, el marisco puede perder color. Para evitarlo, tras la cocción, se puede cortar la misma poniéndolo en un bol con agua y hielo, y un poco de sal gorda.
Al servirlo, muchas veces se emplea limón como condimento. Esto no sólo es porque el limón resulta un potenciador del sabor, sino también porque mata cualquier bacteria que pueda quedar en el alimento, sobre todo si se sirve crudo, como sucede a menudo con las ostras, por ejemplo.